martes, 1 de marzo de 2011

ESTANCIA JESUÍTICA CAROYA

La Estancia Caroya fue el primer establecimiento rural organizado por la Compañía de Jesús en 1616. Ubicada en el límite oeste de la localidad de Colonia Caroya, 44 km al norte de la ciudad de Córdoba se enclava este enorme caserón colonial rodeado de arboledas y vides bajo el cordón de las sierras chicas.
Por el año 1661 fue vendida al fundador del Colegio Monserrat, el Presbítero Ignacio Duarte Quirós, quien logró transformarla en una pródiga tierra con producción de maíz y trigo, frutas, vino, miel y algarrobo. En 1867, Duarte la donó al Colegio para que fuera utilizada como solar veraniego de sus estudiantes. Y así pasaron sus merecidas vacaciones alumnos como Juan José Paso, Nicolás Avellaneda y los hijos del Virrey Liniers.
Entre los años 1814 y 1816, las guerras independentistas hacen que Caroya se convierta en la primera fábrica de armas blancas del país, abastecedora de las puntas de bayoneta para el Ejército del Norte.
En el año 1854 pasa a manos del gobierno nacional que en 1876 dispone, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, albergar a inmigrantes italianos provenientes de Friuli. En 1878, los nuevos colonos ya instalados en los cuartos de la estancia comienzan a organizar el poblado en las inmediaciones cercanas al casco.

Toda la residencia está organizada en torno a un amplio patio central que detenta en su ingreso dos enormes palmeras, seguidas de un frondoso jardín en el que se respira el aroma de los olmos, naranjos y palmos.
Junto a la capilla, el perchel, el tajamar, los restos del molino y las acequias, además del área dedicada a la quinta, constituye un destacado ejemplo de arquitectura residencial en el medio rural. Su estructura edilicia muestra rasgos arquitectónicos propios de los siglos XVII, XVIII y XIX, marcados por las distintas etapas de utilización de la casa.
Por esta razón, el museo pluritemático y el centro de interpretación que funciona en la estancia bajo la Dirección del Patrimonio Cultural de la Provincia de Córdoba, cobran singular importancia.
En las diez habitaciones que conforman el claustro, los objetos y muebles testimonian las diversas épocas. Arcones de madera, sillones fraileros, pinturas cuzqueñas y la talla de madera policromada de San Ramón Nonato fueron fieles testigos de los días de descanso que pasaban los alumnos del Monserrat.
La capilla, que data del siglo XVII, con sus paredes de piedra y sólo una imagen en el altar de la Virgen de Monserrat, invitan al recogimiento.

Los amantes de las armas pueden recorrer los salones y la galería donde se exhiben ejemplares de guerra como carabinas Remington 1879 y Charleville 1850, tercerola Smith 1857, además de sables y espadas de la época revolucionaria.
El paso de los friulanos por la casa quedó reflejado en sus juegos de dormitorios, baúles de viaje, ruecas para hilar y otros artefactos domésticos. También un enorme tonel con prensa para las uvas, fiel expresión de los frutos de Caroya, donde todavía los descendientes de esos inmigrantes producen el famoso vino frambua.
Tras años de historia, Caroya resguarda en sus silenciosos y apacibles rincones el espíritu de las estancias jesuíticas.

INFORMACIÓN: DE LA WEB


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