La Cripta Jesuítica del Noviciado Viejo es la ruina soterrada de lo que alguna vez fue el Noviciado Jesuítico en la ciudad de Córdoba. Se encuentra ubicada en la esquina de las hoy conocidas como Avenida Colón y Rivera Indarte. Es una singular construcción que se remonta a principios del siglo XVIII.
El Noviciado Jesuítico fue fundado en Córdoba en 1608. En un principio los jóvenes novicios tenían su sede en la Manzana Jesuítica y al quedar reducido dicho espacio, el Padre General de la Orden sugirió desde Roma que se construyera una casa con más habitaciones para los jóvenes menores de 16 años. Por cuestiones económicas, la obra se postergó, fue así que recién en el año 1700 los hermanos Ignacio y Francisco Mujica, ingresados a la Orden, donaron su propiedad para ubicar el Noviciado. La casa fue trasformada y reacondicionada como sede del noviciado de los padres jesuitas, quienes la ocuparon entre 1700 y 1713. Antes de ser ocupada se hicieron grandes reformas. Las obras de adaptación de la casa de los Mujica se le atribuye al jesuita arquitecto Johann Krauss (1659-1714), quien para convertirla en noviciado comenzó a construir una capilla dedicada a San Ignacio de Loyola que aparentemente, por su escala, pasó a ser considerada iglesia de grandes proporciones.
Cuando se entera el austero Padre General Miguel A. Tamburini de estas obras, ordenó desde Roma suspenderlas y reconsiderar el traslado de los novicios a la manzana jesuítica. La obra quedó a medio concluir.
Francisco Mujica permaneció allí hasta su muerte, que ocurrió poco tiempo después. Con la construcción suspendida el complejo de la Cripta fue destinado a casa de ejercicios espirituales para varones, dependiente del Colegio Jesuítico. Aunque ya venía funcionando como tal hacía un tiempo, recién en 1726 el Padre General declara oficialmente el nuevo destino de la propiedad. Dos años antes se había tapiado la puerta que baja a la capilla. El edificio comenzó a deteriorarse y en 1767 después de la expulsión de los hijos de San Ignacio, el arquitecto Joaquín Martín hizo un detallado inventario del inmueble, sin embargo no se sabía para qué se construyó ni tampoco qué había funcionado ahí. Con la expulsión de los jesuitas de América, la deteriorada construcción pasó a mano de la orden de los padres Betlemitas quienes tenían a su cargo el cuidado y la atención del hospital San Roque en ese momento en construcción.
En el año 1820 una epidemia de cólera azotó la ciudad y el antiguo oratorio fue dispuesto como cripta de enterramiento para los cuerpos que habían sufrido la enfermedad.
Una vez concluida la obra del Hospital San Roque, los Betlemitas vendieron la propiedad de los Mujica en parcelas diferenciadas. La Cripta pasó a manos de Don José Agustín Ferreira, quien junto con sus sucesores le dieron usos diferentes.
Cuando en 1928 el intendente Emilio Olmos decidió ensanchar la calle Colón, aparecieron en la superficie de la acera las bóvedas de la antigua cripta, que fueron demolidas y rellenadas con escombros.
La Cripta Jesuítica retornó a la luz en 1989 circunstancialmente. Fue redescubierta por obreros que realizaban el zanjeo para el tendido subterráneo de cables telefónicos, fue entonces cuando se decidió su recuperación arqueológica y arquitectónica.
En la actualidad, la Cripta es utilizada como espacio para muestras artísticas, conferencias y representaciones teatrales.
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