martes, 1 de marzo de 2011

CRIPTA JESUÍTICA DEL NOVICIADO VIEJO

La Cripta Jesuítica del Noviciado Viejo es la ruina soterrada de lo que alguna vez fue el Noviciado Jesuítico en la ciudad de Córdoba. Se encuentra ubicada en la esquina de las hoy conocidas como Avenida Colón y Rivera Indarte. Es una singular construcción que se remonta a principios del siglo XVIII.
El Noviciado Jesuítico fue fundado en Córdoba en 1608. En un principio los jóvenes novicios tenían su sede en la Manzana Jesuítica y al quedar reducido dicho espacio, el Padre General de la Orden sugirió desde Roma que se construyera una casa con más habitaciones para los jóvenes menores de 16 años. Por cuestiones económicas, la obra se postergó, fue así que recién en el año 1700 los hermanos Ignacio y Francisco Mujica, ingresados a la Orden, donaron su propiedad para ubicar el Noviciado. La casa fue trasformada y reacondicionada como sede del noviciado de los padres jesuitas, quienes la ocuparon entre 1700 y 1713. Antes de ser ocupada se hicieron grandes reformas. Las obras de adaptación de la casa de los Mujica se le atribuye al jesuita arquitecto Johann Krauss (1659-1714), quien para convertirla en noviciado comenzó a construir una capilla dedicada a San Ignacio de Loyola que aparentemente, por su escala, pasó a ser considerada iglesia de grandes proporciones.
Cuando se entera el austero Padre General Miguel A. Tamburini de estas obras, ordenó desde Roma suspenderlas y reconsiderar el traslado de los novicios a la manzana jesuítica. La obra quedó a medio concluir.
Francisco Mujica permaneció allí hasta su muerte, que ocurrió poco tiempo después. Con la construcción suspendida el complejo de la Cripta fue destinado a casa de ejercicios espirituales para varones, dependiente del Colegio Jesuítico. Aunque ya venía funcionando como tal hacía un tiempo, recién en 1726 el Padre General declara oficialmente el nuevo destino de la propiedad. Dos años antes se había tapiado la puerta que baja a la capilla. El edificio comenzó a deteriorarse y en 1767 después de la expulsión de los hijos de San Ignacio, el arquitecto Joaquín Martín hizo un detallado inventario del inmueble, sin embargo no se sabía para qué se construyó ni tampoco qué había funcionado ahí. Con la expulsión de los jesuitas de América, la deteriorada construcción pasó a mano de la orden de los padres Betlemitas quienes tenían a su cargo el cuidado y la atención del hospital San Roque en ese momento en construcción.
En el año 1820 una epidemia de cólera azotó la ciudad y el antiguo oratorio fue dispuesto como cripta de enterramiento para los cuerpos que habían sufrido la enfermedad.
Una vez concluida la obra del Hospital San Roque, los Betlemitas vendieron la propiedad de los Mujica en parcelas diferenciadas. La Cripta pasó a manos de Don José Agustín Ferreira, quien junto con sus sucesores le dieron usos diferentes.
Cuando en 1928 el intendente Emilio Olmos decidió ensanchar la calle Colón, aparecieron en la superficie de la acera las bóvedas de la antigua cripta, que fueron demolidas y rellenadas con escombros.
La Cripta Jesuítica retornó a la luz en 1989 circunstancialmente. Fue redescubierta por obreros que realizaban el zanjeo para el tendido subterráneo de cables telefónicos, fue entonces cuando se decidió su recuperación arqueológica y arquitectónica.
En la actualidad, la Cripta es utilizada como espacio para muestras artísticas, conferencias y representaciones teatrales.

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ESTANCIA JESUÍTICA CAROYA

La Estancia Caroya fue el primer establecimiento rural organizado por la Compañía de Jesús en 1616. Ubicada en el límite oeste de la localidad de Colonia Caroya, 44 km al norte de la ciudad de Córdoba se enclava este enorme caserón colonial rodeado de arboledas y vides bajo el cordón de las sierras chicas.
Por el año 1661 fue vendida al fundador del Colegio Monserrat, el Presbítero Ignacio Duarte Quirós, quien logró transformarla en una pródiga tierra con producción de maíz y trigo, frutas, vino, miel y algarrobo. En 1867, Duarte la donó al Colegio para que fuera utilizada como solar veraniego de sus estudiantes. Y así pasaron sus merecidas vacaciones alumnos como Juan José Paso, Nicolás Avellaneda y los hijos del Virrey Liniers.
Entre los años 1814 y 1816, las guerras independentistas hacen que Caroya se convierta en la primera fábrica de armas blancas del país, abastecedora de las puntas de bayoneta para el Ejército del Norte.
En el año 1854 pasa a manos del gobierno nacional que en 1876 dispone, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, albergar a inmigrantes italianos provenientes de Friuli. En 1878, los nuevos colonos ya instalados en los cuartos de la estancia comienzan a organizar el poblado en las inmediaciones cercanas al casco.

Toda la residencia está organizada en torno a un amplio patio central que detenta en su ingreso dos enormes palmeras, seguidas de un frondoso jardín en el que se respira el aroma de los olmos, naranjos y palmos.
Junto a la capilla, el perchel, el tajamar, los restos del molino y las acequias, además del área dedicada a la quinta, constituye un destacado ejemplo de arquitectura residencial en el medio rural. Su estructura edilicia muestra rasgos arquitectónicos propios de los siglos XVII, XVIII y XIX, marcados por las distintas etapas de utilización de la casa.
Por esta razón, el museo pluritemático y el centro de interpretación que funciona en la estancia bajo la Dirección del Patrimonio Cultural de la Provincia de Córdoba, cobran singular importancia.
En las diez habitaciones que conforman el claustro, los objetos y muebles testimonian las diversas épocas. Arcones de madera, sillones fraileros, pinturas cuzqueñas y la talla de madera policromada de San Ramón Nonato fueron fieles testigos de los días de descanso que pasaban los alumnos del Monserrat.
La capilla, que data del siglo XVII, con sus paredes de piedra y sólo una imagen en el altar de la Virgen de Monserrat, invitan al recogimiento.

Los amantes de las armas pueden recorrer los salones y la galería donde se exhiben ejemplares de guerra como carabinas Remington 1879 y Charleville 1850, tercerola Smith 1857, además de sables y espadas de la época revolucionaria.
El paso de los friulanos por la casa quedó reflejado en sus juegos de dormitorios, baúles de viaje, ruecas para hilar y otros artefactos domésticos. También un enorme tonel con prensa para las uvas, fiel expresión de los frutos de Caroya, donde todavía los descendientes de esos inmigrantes producen el famoso vino frambua.
Tras años de historia, Caroya resguarda en sus silenciosos y apacibles rincones el espíritu de las estancias jesuíticas.

INFORMACIÓN: DE LA WEB


ESTANCIA JESUÍTICA DE JESÚS MARÍA

La Estancia de Jesús María se encuentra a 50 kilómetros de la ciudad de Córdoba, cuatro kilómetros más al norte de la Estancia de La Caroya. Su ubicación no es fortuita: por allí pasaba el camino real hacia la capital del Virreinato.
En 1618, los jesuitas adquirieron por ocho mil pesos, las 20 mil cepas de viñas, el molino, 250 vacas, 25 bueyes y 30 cerdos de la Chacra de Guanusacate, nombre con el que designaban a esas tierras los indígenas sanavirones.
En 1620, rebautizada con su actual nombre cristiano, este segundo emprendimiento productivo de la Compañía de Jesús concentraba a los aborígenes que eran asalariados y a cerca de trescientos esclavos, comprados en el puerto de Buenos Aires, que llevaban la mayor carga de trabajo. Como era de esperar, en la finca no sólo se hablaba el latín, el español y el italiano, sino también las lenguas aborígenes y africanas. Mitad monasterio y mitad factoría, los ranchos destinados a los indios y a los esclavos, fueron cambiando por las construcciones de ladrillo, piedra y teja, características de la Orden. El patio central cerrado en dos costados por un claustro de dos niveles, las amplias galerías, los arcos de medio punto, cierran el estilo propio de la Compañía. Han desaparecido las construcciones destinadas a las habitaciones de indios y esclavos, así como los campos de cultivo y pastoreo.

La iglesia, de fachada sobria y nave única abovedada, posee un exterior sobrio, destacándose su importante cúpula central, ricamente ornamentada con bellos relieves en su interior que denotan las manos de los artistas aborígenes. Junto a la sacristía, la elegante espadaña de piedra completa la arquitectura de la finca.
Construida alrededor de un patio central cerrado en dos costados por un claustro de dos niveles, es notable la arquitectura de sus arcos superpuestos.

La producción vitivinícola de la Estancia de Jesús María alcanzó tal grado de calidad y desarrollo, que su fama trascendió las fronteras y se prolonga hasta nuestros días.
El lagrimilla, exquisito vino elaborado a partir del mosto de 48 mil cepas cultivadas, poseía un sabor tan singular que lo llevó a convertirse en el primer vino americano degustado en la mesa real de Felipe V en Madrid .
Luego de la expulsión de la Orden, la Estancia de Jesús María pasó a manos privadas hasta que en 1941 fue adquirida por el gobierno nacional y declarada monumento histórico. La estancia de la orden de los jesuitas fue convertida en museo en 1946.

En la planta baja de la estancia, lugar donde se elaboraba el famoso vino, hoy se encuentra una profusa colección de piezas arqueológicas de la zona. Un recorrido por las salas muestra imágenes religiosas, crucifijos, litografías, monedas y medallas, hasta llegar al tesoro jesuítico de Jesús María: la Inmaculada de madera, el Cristo de la Paciencia, los querubines legados por los guaraníes y otras tallas de impactante contextura americana.
En el año 2000 la UNESCO la declara Patrimonio Histórico de la Humanidad, junto a la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba y las Estancias de Santa Catalina, Caroya, Alta Gracia, La Candelaria y San Ignacio.

INFORMACIÓN: DE LA WEB